domingo, 15 de julio de 2018

Egoísta

Que egoísta de mi parte que se genere en mí -cuando te escucho decir feliz que tenés una buena noticia y me hacés sonreír- el pensar que eso significa que encontraste un hueco para nosotros donde podamos escaparnos un rato de la ciudad y del mundo, que pareciera ser cada vez tiene menos de mundo, de momentos, de gente viviendo.

Que egoísta pretender que tu felicidad está ligada a nosotros, vos y yo, pretender que las demás cosas son solamente accesorios, y pretender que todos los caminos conduzcan a Roma.

Es egoísta sentir lo mismo que un desengaño mientras vos ves la otra cara de la moneda, el lado oscuro de la luna, y estás del otro lado del muro de los lamentos.

Es egoísta tener que intentar -brutamente- acompañar el motivo de tu felicidad, sintiéndome chico y sabiendo que no fue por causa mía, y que no fluya dentro de mí como los cafés que me preparo y se enfrían con los cuales intento burlar al tiempo.

Que egoísta decirte que tengo ganas de verte cuando no te pregunto ganas de qué tenés vos, dando por descontado que posiblemente querés lo mismo, aunque debo reconocer que muchas veces me demostraste que tenemos las mismas ganas pero por esas cosas inexplicables del destino no se nos da. A esperar, otra vez, qué va a ser. El azar debe estar jugando a las escondidas.

Y haciendo honor a la verdad, lo entiendo todo y me pongo en tu lugar, puedo razonar y comprender lo que me decís y entiendo que es lo correcto, que está bien, y que tu felicidad es motivo de la mía. Pero tal vez haya dos cerebros y uno se encargue de la razón y el otro de la emoción, porque entiendo que hoy tampoco te puedo ver -y sos feliz igual, por otra cosa- e igual tengo tantas ganas. Que egoísta.

sábado, 14 de julio de 2018

Despedidas

Birrita en la vereda, y un poco de humo en el medio, viendo gente pasar como apurada por llegar a algún lugar. Aunque no sepan que mejor que ir es estar, con la persona que querés hablando de cómo arreglar el mundo sin llegar a nada concreto pero arreglando el nuestro en ese espacio sin tiempo. Aunque sea tarde en la noche y haya que volver.

Por ahí dando la espalda a toda esta gente que va a ningún lugar al fin, a los coches que pasan muy de prisa quién sabe por qué, a la calle llena de baches que no se va a arreglar más. Por ahí aislarse del resto de todo en ese momento. Por ahí hacer silencio porque los dos pensamos en una birrita más -podemos medir el tiempo juntos en birra, vino o cigarros- aunque por ahí todo esto es una excusa para alargar el tiempo juntos sin asumirlo del todo guardándonos un poco pero mirándonos fijo y sonriendo porque nos conocemos y nos leemos y sabemos y es lindo. Por ahí retroceder el tiempo solo para repetir ese par de besos tiernos que vos me das cuando yo -tontamente- busco los agresivos. Muchos por ahí. Por ahí no tener que irnos.

Irnos al fin, físicamente pero no en espíritu porque seguimos ahí en esa vereda con esa birrita que estuvo desde el primer beso que nos dimos hace ya mucho tiempo y en ese mismo lugar, es probable que también por eso nos guste tanto.

Juguetear con las manos, compartir el silencio, verte dormitar exhausta por la noche anterior en la que no dormimos, como en una película en blanco y negro donde solo falta el lento en inglés y la cocina de tu casa donde bailamos pegados y cantamos y cocinamos juntos.

Terminar bien un sábado de noche, tener esperanza para el domingo de siesta que nos puede encontrar veraces sintiendo lo que sentimos en el fondo, viviendo lo que queremos en el fondo, estar felices y ansiosos de esperar que llegue y repetir este círculo vicioso, repetir lo que somos, porque dejamos de ser cuando nos vamos.

Acompañarte en silencio y con cierta tristeza esas cuadras a tu casa que quisiera que sean más largas, agarrarte la mano fuerte con ganas de no soltarte, de no dejarte encontrar tus llaves.

Llegar al fin, querer darte tanto y no saber el orden -abrazo y beso o beso y abrazo, todo junto?- vacilar, desear que me digas "que hora es?" dándome a entender que podemos demorarnos un cigarro más. Pero hoy no, hoy está todo más que bien, hoy fue un día largo y hay que descansar. Buscar entonces hacer contacto con tu oreja izquierda para besarte mejor -siempre fue la derecha pero te pusiste otro piercing y te duele-. Darte un beso que quisiera durase más, pensar "quedate", abrazarte, dejarte ir y verte la espalda implacable que no se volverá y escuchar las llaves mientras entrás.

Decirte que te quiero y que vos me lo digas de la misma y otras formas, con otras palabras tal vez, como con un "avisame cuando llegás".

Mirarnos fijo y acordarnos de aquella charla donde soñamos lo lindo que sería rajar a vivir juntos para no tener despedidas.