jueves, 3 de noviembre de 2016

La conspiración de las mujeres hermosas (Alejandro Dolina) - Citas textuales

(Las mujeres hermosas no dan piola)

Cada mujer que pasa frente a uno sin detenerse es una historia de amor que no se concretará nunca.

Se sabe que los hombres de corazón sueñan con vivir todas las vidas.

Allen usurpaba el tranco de las mas buenas mozas para decirles algo.
– Vea: si no me conoce, no podrá usted darse el lujo de olvidarme.

De las mujeres mejor no hay que hablar.

Uno no tiene más remedio que amar a quien le impone humillaciones en virtud de su encanto.

Las mujeres hermosas de este barrio conocen perfectamente la calidad de sus
armas y las utilizan con el único fin de provocar el sufrimiento de los hombres
sensibles. Ostentan su belleza y sin embargo no permiten que uno la disfrute.

Esta perversa conducta (la conspiración) no puede ser inconsciente. Obedece, sin duda, a un plan minuciosamente pensado.

Todo amorío debe presentar una cantidad razonable de escollos.

No quisiera saber nada con una mujer capaz de entreverarse en dos minutos con un tipo como yo.

Las mujeres hermosas se odian entre sí y es inconcebible cualquier tipo de acuerdo.

El señor que acompaña a las mujeres hermosas es siempre otro y esto provoca aún más tristeza que cuando uno las ve solas. 

Si el propósito de las mujeres terribles es hacer sufrir a los hombres, tienen dos
maneras de lograrlo:
1) No viviendo un romance con ellos.
2) Viviéndolo.

Los Hombres Sensibles siempre supieron cuando se hallaban ante la presencia de una mujer hermosa. Sentían lo que Mandeb describía como una patada en el corazón.

Allí están las mujeres hermosas en Flores y en toda la ciudad, gritando con
sus miradas de hielo que no están en nuestro futuro ni en nuestro pasado. Allí está la abominable secta de las Chicas con Novio, poniéndonos ante la espantosa verdad de que siempre hay un hombre mejor que uno.

El camino para derrotar a esta muralla es largo y penoso, pero seguirlo es deber de los criollos arremetedores.

No hay más remedio que quererlas a pesar de todo. Y más todavía, tratar
de que a uno lo quieran. Esta segunda labor es especialmente complicada y puede llevar la vida eterna. Consiste – por ejemplo – en ser bueno, aprender a tocar el piano, convertirse en héroe o en santo, estudiar las ciencias, comprarse una tricota nueva, lavarse los dientes, ser considerado y tierno y renunciar a los empleos nacionales. Una vez hecho todo esto, ya puede el hombre enamorado, pararse en la calle y esperar el paso de la primera mujer hermosa para decirle bien fuerte:
– He sufrido mucho nada más que para saber su nombre.
Seguramente, la tipa fingirá no haber oído, mirará al horizonte y seguirá su
camino. Pero será injusto.

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