Una neblina espesa cubre toda la noche, toda la ciudad, como si fuera aire muy viciado, zigzagueando en el espacio.
Ese aire que sentado pensándote me deja sin remera primero, sin calzados luego y que poco a poco, a la vez, desprendiéndome de todo, hasta vacía y luego llena mi mente.
Ese aire que no hace más que contradecirse, alimentando esta dicotomía. Porque por un instante te aleja, y en el instante siguiente te acerca, tanto que casi puedo sentirte, que casi puedo besarte, que casi podemos compartir esta desnudez de cuerpo pero por sobre todo, de alma.
Ese aire que no se queda junto a mí trayéndome tu recuerdo, sino que baila en el suelo, en el cielo, en la noche. Baila y se aleja. Baila y se va. Pero tu recuerdo no. Se trata de un aire casi tan transparente como vos, casi con tanta sinceridad como la que solés tener vos. Sinceridad que me encanta y me mata.
Ahora ese aire me trae tu sonrisa y, estando tan lejos también sonrío. Siempre supiste contagiarme cosas a través del aire. Ahora el aire me hace pensar en un verso de Borges, que dice; "Claro que creo en los sueños. Soñar es esencial, puede ser la única cosa real que exista." Y llego a la conclusión que, como este aire me hace soñarte, y solo a vos, creo que sos lo único real que existe.
Pero no alimentes tanto tu vanidad, no tengo intenciones de inflarte más el ego; este aire también, cuando quiero, me ayuda a alejarte de mí y también sonrío. Sí, sonrío porque te vas y me quedo tranquilo.
Ese aire me mata un poco lo sé, y no lo puedo dejar de sentir, porque me sorprende mucho que en lenta agonía me hace olvidarte, y pensarte.
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