viernes, 15 de septiembre de 2017

Otro café?

Joaquín estaba sentado en una estación de servicios, acababa de almorzar. Siempre iba a tomar ese religioso café después de comer, aunque podía tomar café todo el tiempo. Después de algunos años, hacía un mes que había vuelto a fumar. Pidió un café corto y una cajita de cigarrillos. Nunca supo bien porqué fumaba, pero cuando estaba mal lo hacía, como por inercia. Sentía que en cada pucho se olvidaba por un rato del mundo, de sus problemas, tomaba coraje. Sentía que él tenía el control de su vida.

Fue a la máquina de café y se preparó uno. Se quedó colgado con un concierto de Queen que estaban pasando en la tele. Cómo canta ese tipo, es increíble, y la energía que transmite, la fuerza, locura y libertad, decía para sus adentros, envidiaba un poco a Mercury. En el escenario mostraba tener el control de su vida.

En el primer sorbo del café, pensó; nunca sé la medida exacta de canela que ponerle, siempre le pongo un poco de más y opaca algo del sabor del café puro. Con la mirada perdida, mientras guardaba la cajita de cigarrillos reconoció; gasto mucho dinero en estos vicios y la verdad no me llevan a ningún lugar, no solucionan nada, solo me hacen olvidarme un poco de las cosas, liberarme un poco.

Seguía pensando: Ya sé, voy a dejar de fumar, como antes, pasaron muchos años y sé que puedo hacerlo, de hecho quiero hacerlo, y solucionar de otra manera mis asuntos. Y voy a dejar de tomar tres o cuatro cafés al día, voy a tomar solo uno cada día.

Listo! Esta vez lo voy a cumplir...

En eso entra una joven a la estación de servicios, él levanta la mirada, ella no se dirige a la caja, lo mira a él y se acerca a su mesa. Él era el único, con el cajero, que estaba en ese lugar.

- Hola, me puedo sentar?
Le dice ella. Él no entendía bien lo que pasaba.

- Sí, claro.
Le dice sin pensarlo tanto.

- Me invitás un café?
Le pregunta ella. Ahora Joaquín si empezó a sentirse algo intrigado.

- Jaja, dale!
- Pero pedite también otro para vos.

Él no lograba descifrar qué buscaba ella, pero sabía que ya estaba rompiendo su promesa de solo un café al día.

Tomaron el café juntos, hablaron bastante, un par de horas. Ella se llamaba Anne, tenía apellido francés. Le había contado de sus abuelos franceses, como llegaron al país, todo. Pegaron mucha onda, a él le encantaban sus rulos marrones y sus ojos color miel. Era muy alta, seguramente tenía 1,80., solo un par de centímetros menos que él.

- Che, pucho tenés?
Le pregunta Anne. Y él tenía, pero acaba de prometerse a sí mismo no fumar más. Él ya estaba hechizado, siempre le pasaba.
- Tengo! Pero pensaba dejar de fumar.
- No fumes, vamos afuera, podés mirarme.
Anne tenía mucho carácter. Él sonreía como un idiota.

Continuaron la charla afuera, en el cordón de una vereda, comenzaba a atardecer y lo estaban viendo juntos. Sobre los cigarrillos llegaron a la misma conclusión a la que había llegado él al inicio.

- Joaquín, vamos a dejar de fumar.
- Dale! Nos ayudamos.
- Sí, o podemos decir, solo un pucho cuando tomamos café.
- Jajaja, quiero dejar de tomar tanto café, así que acepto.
- Me gusta.

Estuvieron en ese lugar hasta que se hizo muy de noche, creo que no hubo tema del que no hayan hablado. Y si bien cada uno era muy sincero y decía al otro su pensamiento tal cual, en las cosas más importantes pensaban muy parecido, se complementaban.

Él no podía dejar de mirarla a los ojos. Ella lo sospechaba, le sonríe y le habla:

- Che, Joaquín, tomamos otro café?.
- Dale...!

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