Quién me llama a enamorarme de ella?
Qué me empuja a prestar atención a lo que dice?
A las gastadas de los demás para con ella?
Sin embargo, no me voy, sigo acá, cantando juntos la misma canción, pensando en personas diferentes.
Diferentes no sé, yo pienso en ella, disimulo que hay alguien más, pero al parecer ella sí realmente piensa en un tercero.
Porqué lo toma con tanta naturalidad? Estando al lado, compartiendo el cenicero, ella no sabe lo que pienso, lo que escribo, no sabe que este cigarrillo se consume con ella, para ella.
Sonriendo a la hoja de papel que se llena, a la cerveza que se vacía, al humo que se consume, a la madrugada que se acaba, al día que comienza. Todo eso pasa, en un segundo, en el que llenamos el cenicero, sonreímos, yo de nervios, vos de enamorada. De quién? Tu mirada me lo sugiere pero tus labios me confunden.
Y la noche acaba, hay que irse, el bar cierra. Hace tiempo quiero irme, pero ahora me quedaría más. Me quedaría a por un mano a mano con vos, me quedaría a seguir descubriéndonos. Me quedaría para que seas la vos que tanto me gusta. La que se aparta del resto del mundo, la que sobresale, la que está muy por encima de superficialidades.
Yo todavía no comprendo en qué te transformás. Cuando tengo las cuentas claras, llegás y me mezclás las cartas, pateás el tablero. Y el ajedrez comienza de nuevo, cuando tal vez me convenga pedirte tablas... Por no aceptar la derrota.
La noche se acaba, el cigarrillo también, el cenicero se llena, los vasos ya vacíos, nos echan de este bar.
Y ya lo sé, me iré sin conocerte, sin reconocerte, la noche prometía, pero siempre una de cal y veinte de arena.
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