Tuve que salir, con las manos en la cabeza.
Sí, me entregué, al fin.
Me hice cargo de un crimen que no cometí y del que solo fui cómplice.
Me entregué porque así lo quise, porque había que hacerlo, y porque me acorralaron.
Me entregué porque hay coartada, porque tengo una, y porque sé que vuelvo y nos escapamos juntos. No hace falta que te entregues también. Con uno basta. Con uno sobra. O por ahí vos ya te habías entregado antes y yo no lo pude percibir.
Me entregué y depuse las armas. Porque confío, porque sino no es entrega. Me llevan y tengo que declarar, el crimen que no cometí y del que solo fui el cómplice.
Cuál es la coartada? La que ya sabés, la que te digo siempre: me perdí en tu sonrisa, se me nubló la vista, perdí la consciencia, y me dejé llevar. Y fui cómplice.
Estuve. Eso no lo niego.
La sonrisa de quién? Me preguntarán. O no, pero debo saber responder. Y no es difícil, aunque pocos te conozcan como ahora lo hago yo. Seguramente digo sin dudar: La sonrisa de Christie, la "reina del crimen". Y podrá parecer una novela, donde estamos solos los dos... Y no quedó ninguno.
Pero sí, te quedaste. Y solo lo sé yo, y dónde exactamente. Y cuando me liberen del juicio, por el crimen del que solo fui el cómplice, voy a volver, a buscarte. Para fugarnos, a un país bien al sur.
No hay testigos, por ahora. Así que quedo libre, sin más. Solo fui cómplice, de tu sonrisa. Y vuelvo, y nos vamos.
Entonces, cuál es el crimen? Aún no lo descifro, aún es difícil saberlo. Diría que me mataste. Pero no, estoy acá entregándome, relatando un crimen que todavía bien no conozco.
Aunque hay algo que hacés siempre, que roza lo criminal. Cuando por fin encuentro seriedad: me mirás profundo y te mordés los labios. Por ese crimen deberían darte la "perpetua". Pero no voy a entregarte. Me faltarías. Y, además, yo soy el cómplice.
Aunque hay algo que me puede y también roza lo criminal.
A mí me da vida matarte un poco en un beso.
Y vos en ese beso que me da vida, decís que te morís un poco. Pero al morir un poco, como también decís, te acercás al cielo. Y me mirás, y sonreís, mientras me decís tramposamente: "Y mi cielo, bueno, mi cielo sos vos". Y otra vez, te merecés la "perpetua". Porque te creo.
Lo que no sabés es que me das vida en un beso, pero cuando siento perderte y que vos te morís un poco para llegar al cielo, me llevás con vos y morimos juntos, y ya no hay cielo que necesitemos.
Terrible crimen. Pero en tu defensa, no sos la única responsable de crímenes.
Terrible efecto dominó.
Reconozco que puedo mentirte. Que puedo pedirte "cinco minutos más" en un hostal, y que vos confiás, o no. Pero que yo sé que te estoy mintiendo, y que si de mí dependiera, podrían ser horas. Días?. Días.
Reconozco que puedo mentirte. Que me visto y me voy, cuando quisiera quedarme más. También te miento.
Pero me entrego. Con las manos en la cabeza.
Porque solo soy tu cómplice.
No hay comentarios:
Publicar un comentario