miércoles, 21 de marzo de 2018

Tu mirada

Qué sentí en ese momento? Donde cruzamos miradas e hicimos silencio un par de minutos? Cada día me acuerdo mejor... Tanto, que no necesitaría escribirlo, ya sé que no me voy a olvidar. Pero ese par de minutos empezó muchas horas antes.

Era sábado, de tarde, en un lugar donde nadie más estaría, y nadie más estaba... Me acuerdo por ejemplo que hacía el intento, pero no podía concentrarme. Me perdía en tu mirada, en tu sonrisa, en el silencio dentro mío mientras vos hablabas.

Hablabas pero no entendía nada, no escuchaba nada, nada más existía alrededor. Pensaba que estaba en un lugar donde nadie más estaría, con vos, y eso era todo lo que necesitaba saber.

Hablabas, y que difícil era maquillar la derrota cuando parabas para preguntarme en qué pensaba. Yo no pensaba en nada realmente, y eso te decía, y no me creías. En realidad en ese momento en que parabas, caía en la cuenta de que empezaba a caminar el laberinto pensando en vos, en esa mirada y en esa sonrisa, pero a los pocos pasos me perdía... En esa mirada y en esa sonrisa. Cuando te decía que no pensaba en nada, era un poco cierto. Estaba cerca de la entrada al laberinto pero muy perdido intentando prestar atención, intentando disimular esa derrota. O victoria tal vez? Porque vos ganaste. Y yo que quería empatarte.

Me reía para no sonrojarme y te decía que no pensaba en nada, que me colgué por alguna boludés y vos bien hacías en no creerme pero continuabas hablando. Que difícil me resulta concentrarme en lo que me decís cuando me hablás. Que difícil no meterme de nuevo en ese laberinto y perderme. Y con esa sonrisa, esa boquita... Te confieso que hacés trampa, y no es justo. Y no me colgaba por una boludés como te decía, pero siempre es difícil reconocer una derrota. Me colgaba pensando en vos, en nosotros. Que estábamos en un lugar donde nadie más estaría, y nadie más estaba.

Seguramente hablamos de todo, como siempre, y se hizo de noche. Porqué te quedabas? Sospechaba que por el mismo motivo que yo, pero seguramente no quería asumirlo, podría ser demasiado lindo como para ser cierto. Así me engañaba. Debe ser el reptiliano, el instinto de supervivencia, o un mecanismo de defensa, para no dar un paso más que me haga imposible retroceder y volver a la entrada del laberinto, para volver a salir, por la entrada.

La noche avanzaba, y nosotros seguíamos. Porqué nos quedábamos? Y la noche avanzaba con propuestas. Compartir el silencio por ejemplo. Y fue difícil, para no decir casi imposible. Fue incómodo, no podía mirarte, y vos no podías mirarme, pero cuando cruzábamos miradas un par de segundos, se producía el chispazo que resonaba como un trueno en mi consciencia. Y no queríamos reconocerlo.

La noche avanzaba, seguíamos en un lugar donde nadie más estaba. Porqué? El sospechar la respuesta nos robaba una sonrisa. Y la noche redoblaba su apuesta. Compartir el silencio, y además, clavar mirada un par de minutos. Qué par de minutos! Lo sentí como una eternidad, pero sabía que tenía fin y hubiera dado todo por detener el tiempo en ese momento, en esa mirada. Sentí el éter que nos conectaba, que nos unió más, y nos dio esa complicidad de la que nadie podría sospechar siquiera.

Y hubo que volver, pero seguimos juntos. Hasta hoy. Ahora también hay que ir, y seguimos, y todavía sigo perdiendo en esa sonrisa, en esos labios. Y ahora también sonrío, y reconozco la derrota en esa boquita, en esa sonrisa.

Siempre en un lugar donde nadie más estaría. Pero nosotros estábamos.

Estamos.

Y hoy podría ser el día internacional de la poesía. Y con el aire fresco, y su bocanada, lo mínimo que podía hacer era recordarme de tu mirada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario