miércoles, 5 de octubre de 2016

El Lobo Estepario - Citas textuales

(Der Steppenwolf, El Lobo Estepario en español, es una novela escrita por Hermann Hesse en 1927. Quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1946 por toda su carrera literaria). A continuación las citas textuales extraídas de la novela:

¿Era una pena? No. Nada que hubiera terminado era una pena.

Había dejado de luchar contra el mundo, de temer al mundo, había aceptado todo, había entregado mi corazón.

Un vaso de vino y una tajada de buen pan, ésa es la mejor de todas las comidas.

La soledad es independencia, yo la había deseado y me la había ganado a través de largos años. Era fría, oh sí, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y amplia, como el espacio frío y calmo en el que giran las estrellas.

¿Tal vez nunca estuvo vivo ni fue real?

Tal vez el hombre no sea solo un animal medianamente sensato, sino un hijo de los dioses destinado a ser inmortal.

Vivir intensamente es algo que solo se puede hacer pagando con el yo.

Sólo el humor (tal vez el logro más auténtico y genial de la humanidad) puede cumplir con esta tarea imposible, la de cubrir y unir todas las áreas de la esencia del hombre.

Para atreverse por fin a dar el salto que lo lleve al universo, un Lobo Estepario debería ser colocado frente a sí mismo, debería mirar profundamente dentro del caos de su propia alma y tomar conciencia absoluta de sí.

(El Lobo Estepario) Intuye y teme la posibilidad de encontrarse consigo mismo, sabe de la existencia de aquél espejo en el que le hace tanta falta mirar y en el que teme, con pavor, mirarse.

La vida no es tan simple como nuestros pensamientos, tan burda como nuestro pobre lenguaje de idiotas.

Poder morir, deshacerse de los envoltorios y entregar permanentemente el "yo" al cambio llevan a la inmortalidad.

Para hacerte hombre tendrás que recorrer el camino más largo, más pesado y duro, tendrás que multiplicar tu duplicidad, complicar mucho más tus confusiones.

El lobo estepario Harry, creemos, poseería genio suficiente como para intentar el desafío de convertirse en hombre, en lugar de esconderse quejoso, ante cada dificultad, en su tonto lobo.

La seriedad, hijo mío, es una cuestión del tiempo; surge -esto te lo puedo revelar- de una sobrevaloración del tiempo, por eso quería cumplir 100 años. La eternidad no es más que un instante que alcanza justo para hacer una broma.

¡Qué cobarde eres! Cualquiera que se acerca a una muchacha arriesga que se rían de él; esa es la apuesta mínima. Así que arriesgate, Harry, y en el peor de los casos se reirán de ti.

Yo completé el rito una vez más, atento, enamorado y reverente.

Yo te voy a enseñar a bailar y a jugar y a sonreír pero, a pesar de todo, no a estar satisfecho.

Cuando Harry cree que tiene una o dos almas, que está compuesto por una o dos personalidades, no hace más que inventarse una respuesta. Que cada persona está formada por diez, cientos, miles de almas.

En realidad sospecho que te tomas el amor terriblemente en serio.

Amar de manera ideal y trágica: ¡Oh, amigo, seguro que eso sabes hacerlo a la perfección, no tengo dudas, enhorabuena! Pero ahora también vas a aprender a amar un poco como un hombre común.

Todo lo nuevo, temido y diluyente comenzó a amenazar mi vida, que hasta el momento había estado nítidamente delimitada y estrictamente aislada.

Harry Haller se había disfrazado a las mil maravillas de idealista y detractor del mundo, de ermitaño sufrido y profeta arrollador, pero en el fondo era un burgués.

Pronto me sentía en el cielo, pronto en el infierno, casi siempre en ambos lugares a la vez.

Todos nosotros, los intelectuales, no nos sentíamos cómodos en la realidad, la considerábamos ajena y enemiga.

Los señores generales y grandes industriales tenían toda la razón: no pasaba nada con nosotros los "intelectuales", éramos un grupo prescindible, alejado de la realidad e irresponsable de charlatanes ingeniosos.

La besé en los ojos, en la boca, en el cuello y en los pechos.

Había alimentado una confianza profunda hasta el día en el que, enloquecida y enferma, me abandonó en una huida imprevista y con una rebeldía salvaje. Y me di cuenta de lo mucho que la había amado y de cuánto debía haber confiado en ella para que su golpe resultara tan doloroso y me marcara para toda la vida.

Apenas puedo recordar unos pocos detalles de aquella noche, palabras aisladas entre nosotros dos, gestos y acciones sueltos de gran amor y ternura, momentos claros como estrellas al despertar del sueño profundo provocado por el agotamiento amoroso.

Pero fue aquella noche en la que,... en la que volví a entender la casualidad como destino, el campo en ruinas de mi existencia como fragmento divino.

Bastaba con llamar al mundo de imágenes... Ingresar en el mundo de las imágenes y volverme inmortal. ¿No era ésta la meta que implicaba que cada vida humana significaba un comienzo y un intento?

Yo siempre había exigido inteligencia y formación en las mujeres que quería.

Con cada habilidad, con cada curva de sus líneas, con cada formación tenue de su cuerpo, buscaba provocar la respuesta del amante.

Había olfateado ese perfume genial de sensualidad encantadora, muy desarrollada, y me había sentido embrujado.

No tenía la suerte de ser el amante único o preferido de Marie; era uno de varios.

Todo era material plástico del amor, de la magia, de la provocación. Todo se convertía en mensajero, en negociador secreto, en arma y grito de guerra.

Ella es la amante que necesitabas, Lobo Estepario. Bonita, joven, de buen humor, muy sabia en el amor y no disponible todos los días. Si no la tuvieras que compartir con otros, si no fuera más que un huésped pasajero en tu habitación, las cosas no marcharían tan bien.

La infelicidad que yo necesito y anhelo es diferente: me hará sufrir con deseo y morir con pasión. Esa es la infelicidad -o la felicidad- que estoy esperando.

Esta felicidad también es improductiva. Satisface, pero la satisfacción no es un alimento para mí. Adormece al Lobo Estepario, le llena el estómago. Pero no es una felicidad por la que valga la pena morir.

Te fuiste dando cuenta, de a poco, de que el mundo no te pedía acciones y sacrificios, que la vida no era un poema heroico con papeles protagónicos y cuestiones por el estilo, sino una cómoda sala burguesa donde la gente estaba satisfecha con comer y beber ... Y quien desee lo otro, lo heroico y lo hermoso, quien lleve adentro la admiración por los grandes poetas o los santos, es un tonto y un Don Quijote.

Tienes razón, Lobo Estepario, mil veces razón, y a pesar de todo debes desaparecer. Eres demasiado exigente y voraz para este mundo de hoy, simple, cómodo.

Quien quiera vivir en la actualidad y sentirse contento con su vida, no puede ser una persona como tú o como yo.

Quien exige música en lugar de sonidos, alegría en lugar de diversión, alma en lugar de dinero, trabajo verdadero en lugar de ocupación, pasión auténtica en lugar de jugueteo... Para él este mundo bonito no es un hogar.

Los líderes trabajan sin pausa y con éxito para lograr la próxima guerra; los demás, mientras tanto, ganamos dinero y comemos bombones.

Siempre fue así y seguirá siéndolo: el tiempo y el mundo, el dinero y el poder, pertenecen a los pequeños y a los chatos. A los demás, a los seres humanos auténticos, no les pertenece nada. Excepto la muerte.
- Nada más?
- Sí,  la eternidad.

No se trata de la fama, oh no, sino de aquello que yo llamo eternidad.

El pecado también puede ser un camino hacia la santidad, el pecado y el vicio.

Esa risa que era pura luz, pura claridad; era esa risa la que permanecía cuando un ser humano auténtico había atravesado las penas, los vicios, las equivocaciones, las pasiones y los malentendidos de los hombres y se había abierto camino hasta lo eterno.

Hoy estás derrochadora como una diosa, no nos mates a ambos ... Hoy me estás amando casi como lo hacen los buenos amantes cuando se despiden por última vez.

Una vida fácil, un amor fácil, una muerte fácil... eso no era para mí.

Yo no era una persona moderna, tampoco una antigua, yo había caído fuera del tiempo y estaba a la deriva, acercándome a la muerte.

No tenía nada en contra de los sentimentalismos, estaba contento y agradecido por percibir aún cualquier cosa parecida a un sentimiento en mi corazón quemado.

De a poco fui sintiendo cómo El Lobo Estepario aparecía detrás de mí y me sacaba la lengua. No pasaba nada conmigo, estaba en el lugar equivocado.

"¡Baila conmigo!". "No puedo", contesté. "Debo ir al infierno. Pero con gusto aceptaré un beso tuyo."

Sin que Hermine pareciera esforzarse mucho, no tardé en enamorarme de ella.

Parecía lejana y neutral, me envolvió con miradas, palabras y gestos que transmitían todas las provocaciones de su feminidad.

Sin siquiera haberla tocado, me rendí ante su magia.

De qué manera suave y poco llamativa tiró sobre mí la red ansiada. Como una sirena juguetona, me dio de beber el dulce veneno.

"No se te reconoce. Hace un rato parecías tan tonto y aburrido".

Todas me fascinaban. Me reía, estaba feliz y radiante.

Ella me esquivaba, como en un juego, me atraía y obligaba a contactos siempre nuevos.

Abandonó su superioridad, su burla, su frialdad: ella sabía que ya no necesitaba hacer nada para enamorarme. Yo le pertenecía. Y ella se entregó al baile, a la mirada, al beso, a la sonrisa.

Ante su mirada -desde donde parecía observarme mi propia alma- se desvanecía toda la realidad, también la de mi deseo sensual por ella. Como encantados, nos miramos; también me miró mi pobre alma pequeña.

Ponerlo de buen humor, enseñarle a reír, ése es el sentido de toda esta función. Espero que me facilite la tarea.

Usted se encuentra aquí en una escuela del humor, debe aprender a reír. Pues bien, todo humor elevado comienza con dejar de tomarse en serio a la propia personalidad.

Unas ganas de reír que resultaban imposibles de evitar, por lo que rompí en una risa liberadora.

Terminarás aprendiendo a reír como los inmortales. Por fin has asesinado al Lobo Estepario.

Elige imágenes lindas y alegres y muestra que de verdad ya no estás enamorado de tu personalidad dudosa.

¡Todas las muchachas son tuyas!

¡A la caza alegre!

La antigua imagen del hombre como un ideal elevado está en camino a convertirse en un cliché. Nosotros los locos tal vez volvamos a ennoblecerla.

Tal vez hasta tengas un poco de razón. Pero sé bueno y vuelve a cargar tu escopeta, eres un poco demasiado soñador para mí.

En cualquier momento pueden volver a aparecer algunos cervatillos; no los podremos matar con filosofía, así que debe haber balas en el caño.

Como el poeta logra un drama con un puñado de figuras, con las figuras de nuestro yo desarmado construimos grupos siempre nuevos.

La locura en un sentido más alto es el comienzo de toda sabiduría.

Mañana podrá degradar aquella figura que hoy creció hasta convertirse en un monstruo insoportable.

Un lobo grande y bello pero espantosamente flaco y con la mirada tímida de un esclavo.

Era una tortura ver hasta qué punto fantástico este lobo había aprendido a negar su naturaleza.

Ardía y se sacudía dentro de mí el fuego del amor, el hambre de sexo, el preanuncio devorador de la lujuria.

La saludé con tanta timidez y me enamoré tan ciegamente de ella.

Al ver a la niña me inundó una sensación absolutamente mortal del amor ... El conmovedor preanuncio de posibilidades y promesas impresionantes, de alegrías innombrables, de confusiones, miedos y dolores impensables, de la salvación más intensa y de la culpa más profunda.

Siguió su camino despacio, segura y superior, rodeada por los miles de deseos amorosos, exigencias y honores que le envié.

La vi enrojecer cuando me reconoció, noté su esfuerzo para ocultarlo y supe enseguida que me tenía aprecio, que el encuentro significaba para ella lo mismo que para mí.

A pesar del miedo y la angustia, hice lo que me pedía la sangre.

-"Gracias a Dios has venido, niña hermosa, hermosa. Te quiero tanto"
-"En serio me quieres?"

Desde mí partía una cinta, una corriente que iba hasta lo de ella, que flotaba en secreto.

Ni Rosa ni Irmgard fueron mías. Tuve que subir escalón tras escalón, experimentar mucho, aprender mucho; tuve que perder también a Irmgard, a Anna. Volví a amar a cada chica que había amado en mi juventud, pero supe entregarle amor, darle algo a cada una, recibir algo de cada una.

¡Oh, todas ustedes, flores hermosas, todas a las que amé durante un verano, un mes, un día!

En este momento yo no era más que un amante, no respiraba otra felicidad ni otra pena que las del amor.

Fueron mías todas las muchachas que alguna vez amé.

Probé mucho amor, mucha felicidad, mucha lujuria, también mucha confusión y dolor.

Encontré mujeres que solo se podían ganar con apuro y ataque, y otras que era un placer cortejar durante mucho tiempo y con mil atenciones.

Hice mía a todas, cada una a su manera.

Ellas llegaban y partían, la corriente las traía, me empujaba hacia ellas, me alejaba.

Me maravillaba de lo rica que había sido mi vida de Lobo Estepario, en apariencia tan pobre y carente de amor; cuántos enamoramientos, cuántas oportunidades, cuantas tentaciones había tenido. Yo las había desaprovechado a casi todas, había huido.

Me decía que solo haría que me enamorara de ella para que fuera mi mano la que la matara.

-Sin dudas, la vida siempre es terrible. No podemos evitarlo y, sin embargo, somos responsables. Nacemos y ya somos culpables.

¡Maldición, qué gusto amargo tiene la vida!

Agotados por el juego amoroso que parece tan insaciable y, sin embargo, satisface tan rápido.

Su deseo había sido cumplido. Antes aún de que fueta totalmente mía, había matado a mi amada.

Así había sido mi vida entera; mis escasos momentos de felicidad y amor habían sido como esa boca tiesa: un poco de rojo pintado sobre la cara de un cadáver.

Nosotros, en cambio, nos hemos encontrado
En el hilo surcado de estrellas del éter
No sabemos de días ni de horas
No somos hombre ni mujer,
Jóvenes ni viejos...
Frío e inmóvil es nuestro ser eterno,
Fría y clara es nuestra eterna risa.

Si presta atención a la radio, oirá y verá la lucha originaria entre la idea y la apariencia, entre la eternidad y el tiempo, entre lo divino y lo humano.

Toda la vida es así, pequeño; debemos permitirlo y, si no somos burros, reírnos de ello.

Personas de su estilo no tienen ningún derecho a criticar a la radio o a la vida. ¡Mejor aprenda a escuchar! Aprenda a tomarse en serio aquellas cosas que lo merecen y a reírse del resto. ¿O es que usted mismo, acaso, hizo algo mejor, más noble, más inteligente, con más gusto?.

Gracias a su talento para la infelicidad, convirtió su vida en una espantosa historia clínica.

¿De verdad piensa que esta muchacha bonita no deseaba otra cosa de usted que un cuchillazo?.

Tendrá que acostumbrarse a seguir escuchando la música radiofónica de la vida.

Debe aprender a reír, eso es lo que le exigimos. Debe comprender el humor de la vida, el humor negro de esta vida.

Usted quiere morir, cobarde, pero no vivir. ¡Maldición, si lo que debe hacer es, precisamente, vivir!

Usted debe vivir y debe aprender a reír. Tiene que aprender a escuchar la maldita música radiofónica de la vida [...] tiene que aprender a reírse del barullo que la rodea.

Lamentablemente no supiste cómo tratar a esa pieza... pensé que habías aprendido a jugar mejor.

Sabía que tenía las cien mil piezas del juego de la vida en mi bolsillo [...] estuve dispuesto a volver a empezar el juego, a sentir otra vez sus torturas, a temblar de nuevo ante su ausencia de sentido, a volver a atravesar el infierno de mi interior y caminar por él muchas veces más.

Alguna vez sabría jugar mejor al juego de las piezas. Alguna vez aprendería a reír. Pablo me esperaba. Mozart me esperaba.

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