domingo, 16 de diciembre de 2018

Pestañeo

Cuando cerramos los ojos pasamos a formar parte de un todo, todos. Compartimos la misma oscuridad, el mismo silencio, o por ahí el cantar de algunos pájaros a los lejos. Nos conectamos a través de alguna cosa que no es éter pero debe ser algo parecido. Nos reconocemos como solamente unos cuantos puntos en el universo que innecesariamente gastan vida buscándole explicaciones a las cosas, cuando quién sabe si realmente las tienen, si realmente importan.

Cuando cerramos los ojos nada más importa, y debe ser lo único que valga algo en este sin sentido, o tal vez lo único que realmente lo tenga. Entendemos que la música es música, no por el sonido, sino por sus silencios. Y la vida es vida por sus pausas y no por sus prisas.

Cuando abrimos los ojos volvemos a la realidad pero modificada, con nuevos aires, nuevas intenciones, nuevas ganas. O la realidad solo se presenta ante nosotros, tal cual es, cuando cerramos los ojos?. Es posible, porque el tiempo transcurre de otra manera, aprovechamos cada segundo, y notamos el valor de cada uno de ellos.

Cuando abrimos los ojos notamos que en realidad no hay prisa, que no la necesitamos. Que el tiempo realmente no transcurre apresurado, sino nosotros, y para qué?.

Todo es, se deshace y vuelve a ser. Todo sobrevive, todo se transforma, pero sigue siendo, estando. Todo vuelve a estar ahí, exactamente donde lo dejamos, pero tal vez modificado, adaptado a la nueva realidad, y que segundo a segundo es otra nueva. Tal vez no era mentira la segunda ley de la termodinámica. Pero seguimos, no se acaba, no se agota. Tiempo hay. Tiempo hay?.

Cuando cerramos los ojos, podría ser domingo por la tarde y nos permitimos una pausa para tomar impulso. Nos permitimos ser arrastrados por la inercia, entendemos que por momentos está bueno permitirnos una especie de modo "ahorro de energía" y que está bien igual. Por momentos está bueno que la inercia gane, mientras recuperamos fuerzas.

Cuando abrimos los ojos, notamos que todo es un pestañeo, una bocanada de aire fresco, que mucho más -en este universo- no hay. Que podría ser lunes y todo vuelve a comenzar.

Cuando cerramos los ojos nos acercamos.

Cuando abrimos los ojos nos damos tregua.

martes, 13 de noviembre de 2018

África

Lo que Stevenson no nos cuenta en su novela es de aquella salida de Hyde, bien entrada la noche, aquél día en que ya no sentía que pertenecía a algún lugar sino que por el contrario todos los lugares, todos sus espacios, ya le habían sido arrebatados.

En esa noche bien inglesa, entre humos y neblinas, escapándose de todo se encontró con una cúpula abandonada y oscura, solo alumbrada a la penumbra de la luna.

Se detuvo unos minutos antes de entrar, enfrente, a contemplar el edificio abandonado creyendo que podía haber guardias custodiando aquél lugar. Era una cúpula sostenida por varios pilares pintados de rojo hacía ya mucho tiempo, y en su interior se encontró con habitaciones alrededor.

Antes de pasar frente a la puerta de la primera había un espejo que llegaba hasta el suelo, donde pudo mirarse y vio que -si bien se sentía Hyde- tenía el aspecto de Jekyll. Al principio se vio sobresaltado por esta imagen que no lograba entender pero supuso que se debía a algún mecanismo ciertamente mágico de aquél espejo antiguo con la superficie llena de una fina capa de polvo.

Al abrir esta puerta se encontró con un señor de camisa negra, en un cuartito muy pequeño, que dormía o fingía que dormía, con la rosa de Coleridge en la mano. Cerró la puerta de golpe y prefirió no volver a abrir ninguna, en cierta forma se había sentido identificado con este señor y eso le produjo una rara sensación de miedo y extrañeza.

Decidió recorrer en el interior de la cúpula pasando frente a todas las puertas sin volver a abrir ninguna. Cuando llegó a la última, que completaba el círculo interior y le conducía a la salida -le devolvía a la entrada porque éstas coincidían- no pudo resistirse a la tentación de abrirla, de todos modos era la última y ya estaba saliendo. Cuando la abrió fue grande su sorpresa, para no decir susto, porque se encontró con el mismo señor de camisa negra de la primera puerta, durmiendo o fingiendo que dormía.

Se preguntó qué significaba esta escena, quién era este señor, que se repetía en la primera y última habitación. Hasta que pudo notar que estas puertas eran en realidad la misma, y la cúpula en realidad era un círculo de una sola puerta, no solo la primera y la última coincidían, sino todas ellas entre sí.

A la salida se encontró con otro espejo que también llegaba hasta el suelo, y le dio mucha intriga mirarse porque durante el trayecto a través del interior de la cúpula había sentido haber pasado por alguna inexplicable transformación, ya no se sentía Hyde, sino que reconoció que en algún momento en la mitad del trayecto en el interior había mutado -sin explicación alguna- a Jekyll.

Cuando se paró frente al espejo, fue mayor el asombro todavía, con la confirmación de su sensación, porque pudo notar que ahora ya tenía la apariencia del cuerpo de Hyde...y siendo, conscientemente, Jekyll. Es decir, ocurría exactamente lo contrario a lo que había pasado con aquél primer espejo.

Al salir apresuradamente, ante estas visiones demasiado extrañas, pudo ver que la luna no se había movido, seguía en el mismo lugar en el que estaba anteriormente y tenía la misma forma de antes, al bajar la mirada pudo notar que estaba en un lugar que no conocía, en el medio de nada, estaba en África.

Volvió la mirada atrás y la cúpula ya no estaba, se había esfumado, creyó que había sido un mal sueño pero tenía aquella rosa en la mano.

Y se preguntó qué fue lo que pasó en el interior de la cúpula y si el tiempo había transcurrido realmente. Y se miraba, y miraba, y ya no encontraba diferencia alguna entre Hyde y Jekyll. Además, no sabía cómo volver a Inglaterra, ni en qué forma o apariencia prefería hacerlo.

Stevenson esto no nos cuenta, que Hyde en cuerpo de Jekyll atraviesa de noche un laberinto -de muchas puertas que eran una sola- y termina como Jekyll en cuerpo de Hyde (sin notar la diferencia) en África, en un abrir y cerrar de ojos. Y que no sabe cómo volver atrás, a su lugar -que ya no era-. Y que le resulta indiferente la apariencia, porque ya daba lo mismo.

Stevenson no nos cuenta. Al final Jekyll, en cuerpo de Hyde, se encuentra perdido a la salida de un laberinto, con una rosa en la mano, sin entender que pasó, en África.

martes, 30 de octubre de 2018

Inercia

Y con férrea insistencia la palmera en medio del desierto quiere seguir siendo la misma, quisiera no cambiar, aún cuando la blanca arena cambió de color, ya no pasan camellos y hasta el oasis se mudó a la ciudad. Para qué? Se pregunta, tiene fe que todo volverá, que es un espejismo, un mal sueño o, bien, una pesadilla. De la que supone algún día despertará. Y qué puede hacer? Lo supone porque no tiene quien pueda hacerle notar su equivocada suposición. La palmera no quiere alterar más el equilibrio del desierto, no quiere tocar ni cambiar nada, podría ser para peor -piensa-, mejor que todo fluya como pueda y deba ser en este acorralamiento de la inercia, y al final se verá, pero no quiere participar en esta metamorfosis condicionada. Porque se le ocurre que si pudiera viajar en el tiempo, al pasado, tampoco tocaría nada, para que todo siga su curso y sea como deba ser, para no empeorar las cosas (mucho menos tocaría el futuro). Porque piensa que todo lo que sucede debe ser así y está bien así. No podría estar mejor. Quiere pensar. Ensimismada en este pensar, escuchó de repente, de la nada misma, un rumor al atardecer que la hizo bailar en su triste burbuja de desolación. Eran unas notas que había escuchado hacía ya mucho tiempo pero no recordaba, ni sabía de quién eran. Eran unas notas que la hicieron olvidarse del desierto, del camello y del oasis, que la hicieron solo pensar en ella misma. Le devolvieron la chispa que la caracterizaba, sintió cómo se le cayó el halo de misticismo que le rodeaba los ojos, y pudo ver el horizonte al atardecer. Mientras todo movimiento alrededor, en ese espacio vacío, se detenía. Toda vibración, todo tiempo, se detenía. El tiempo no pasa si no hay movimiento, cayó en la cuenta. Y entendió como lidiar con aquellas cuestiones temporales y espaciales de espacio-tiempo. Llegaba la noche que la apuraba y tenía que decidir. Quería seguir siendo palmera aunque ya no quedaba nada de lo que era alrededor, y todo era como vestigios de lo que fue y, tal vez, lo que pudo ser. Todavía escuchaba estas notas. Las repetía una y otra vez. Confió que todo lo lindo volvería, de todas maneras todo lo lindo todavía vivía en su memoria. Quizo no tener que cambiar. Y sin desierto, camellos ni oasis, notó que todo esto nunca estuvo en realidad, sino que -contrariamente a lo que pensaba- esto fue el espejismo y ahora podía ver el vacío tal cual siempre fue. Apuró la noche. Decidió seguir siendo palmera, no cambiar, cerró los ojos, los abrió. Pudo ver nuevamente el desierto, camellos a lo lejos, un oasis. Y cuando se vio reflejada en el agua, ya no era la palmera que siempre se supo, sino una hoja soplada con el viento, iba con fuerza, y estaba bien para esta hoja, todo muta -quiso entender-. Todas las hojas son del viento, recordó en alguna canción y ahora entendía el porqué. Sonrió a la quietud, ya todo mutó antes -buscó consuelo-.

Y sonrió a la inercia.

viernes, 28 de septiembre de 2018

Yo para vos

Hoy más que nunca siento tu ausencia en esta fría noche, la cama vacía me parece más grande y me sobran brazos para atesorar recuerdos a tu lado. Hoy saldría a buscar alguna lámpara de Aladino que te traiga hasta acá, o me lleve hasta allá, donde estás. Hoy en esta noche tan larga.

Hoy se me hace difícil estar lejos, no es una noche normal, no hubo "avisame cuando llegás" y el horno no está para bollos. Hoy me doy cuenta de todas las veces que fui demasiado idiota cuando yo creía que expresaba mis sentimientos. Hoy cambiaría todas esas idioteces por un beso más.

Hoy más que nunca puedo notar todas mis imperfecciones, de las que tanto me arrepiento y no me alcanza con todos mis perdones. Hoy el devenir me da tanta bronca que patearía a mi perro que se me pone en el camino y me mueve la cola -como si hubiera motivos para ello-, rompería algún vaso en el que tomo agua para que el vino que juntos tomamos no me pegue tan mal, fumaría un cigarro más, uno más, uno más... Pero sin vos no tiene sentido, y ninguno de estos arrebatos me llevaría a algún lugar, donde estés.

Hoy el azar dio otro número, y otro color, nos juega una mala pasada, nos moja la oreja, intenta descubrir de qué estamos hechos... Para qué estamos. Bancamos la parada? Lo tomamos o lo dejamos? Hoy más que nunca quisiera detener el tiempo como otras veces -quizá con más razones hoy-, con vos en esta madrugada, diciéndote tantas cosas que muchas veces no pude, cantándote por ahí, besándote la frente, leyendo a Cortázar, viendo esa serie que tanto te gusta... Haciéndote saber todo lo lindo que generás en mí.

Ayer pasamos ya tantas cosas, lindas y no tanto, tantas noches, tantos "buen día", tantos vinos, cigarros, besos, abrazos, llegadas tardías, llegadas puntuales, sonrisas, fuentes, balconcitos... Las pasamos, juntos, y hoy seguimos, con aprendizajes que nos dejan mejor parados para lo que se pueda venir, listos para el siguiente round de la vida... Ayer, tantas cosas lindas.

Mañana uno nunca sabe pero quisiera saber, quisiera lo lindo del ayer, los "buen día", vinos, cigarros, besos, abrazos... Pero este round puede ser un poco más duro, el azar siempre se pone más desafiante, no? Lo mismo la vida. Mañana si sé una cosa, que estoy dispuesto a remarla por los dos, porque yo no te bajo de la canoa, y sé que el camino ya fue largo -bien por nosotros- pero hay que pelearla todavía, y más, y más. Mañana yo banco la parada, te quito los remos, acepto que bajes los brazos y descanses, que tomes fuerzas y recuperes el aliento. Ponete bien. Mañana quiero remar por los dos.

Hoy, lejos, debés saber que te podés apoyar en mí, que estoy, así como estuve, así como voy a estar... En este round no estás sola, me tenés a mí, dispuesto, con ganas. Hoy como ayer, anteayer y antes, puedo esperar horas -sin éxito- en aquél café, a que aparezcas y nos des un beso más, puedo volver con bronca contra el (mal)azar que te hizo desaparecer, esperar el bus que nos lleva -solo- que me traiga hasta esta cama -tu cama- vacía porque no te encontré. Hoy tengo ganas de tener fuerza por los dos, para los dos, y que no sea necesario porque la peleamos -y la ganamos- juntos los dos.

Hoy... Vos para mí, porque sos linda.
Mañana... Yo para vos, porque te quiero.

domingo, 15 de julio de 2018

Egoísta

Que egoísta de mi parte que se genere en mí -cuando te escucho decir feliz que tenés una buena noticia y me hacés sonreír- el pensar que eso significa que encontraste un hueco para nosotros donde podamos escaparnos un rato de la ciudad y del mundo, que pareciera ser cada vez tiene menos de mundo, de momentos, de gente viviendo.

Que egoísta pretender que tu felicidad está ligada a nosotros, vos y yo, pretender que las demás cosas son solamente accesorios, y pretender que todos los caminos conduzcan a Roma.

Es egoísta sentir lo mismo que un desengaño mientras vos ves la otra cara de la moneda, el lado oscuro de la luna, y estás del otro lado del muro de los lamentos.

Es egoísta tener que intentar -brutamente- acompañar el motivo de tu felicidad, sintiéndome chico y sabiendo que no fue por causa mía, y que no fluya dentro de mí como los cafés que me preparo y se enfrían con los cuales intento burlar al tiempo.

Que egoísta decirte que tengo ganas de verte cuando no te pregunto ganas de qué tenés vos, dando por descontado que posiblemente querés lo mismo, aunque debo reconocer que muchas veces me demostraste que tenemos las mismas ganas pero por esas cosas inexplicables del destino no se nos da. A esperar, otra vez, qué va a ser. El azar debe estar jugando a las escondidas.

Y haciendo honor a la verdad, lo entiendo todo y me pongo en tu lugar, puedo razonar y comprender lo que me decís y entiendo que es lo correcto, que está bien, y que tu felicidad es motivo de la mía. Pero tal vez haya dos cerebros y uno se encargue de la razón y el otro de la emoción, porque entiendo que hoy tampoco te puedo ver -y sos feliz igual, por otra cosa- e igual tengo tantas ganas. Que egoísta.

sábado, 14 de julio de 2018

Despedidas

Birrita en la vereda, y un poco de humo en el medio, viendo gente pasar como apurada por llegar a algún lugar. Aunque no sepan que mejor que ir es estar, con la persona que querés hablando de cómo arreglar el mundo sin llegar a nada concreto pero arreglando el nuestro en ese espacio sin tiempo. Aunque sea tarde en la noche y haya que volver.

Por ahí dando la espalda a toda esta gente que va a ningún lugar al fin, a los coches que pasan muy de prisa quién sabe por qué, a la calle llena de baches que no se va a arreglar más. Por ahí aislarse del resto de todo en ese momento. Por ahí hacer silencio porque los dos pensamos en una birrita más -podemos medir el tiempo juntos en birra, vino o cigarros- aunque por ahí todo esto es una excusa para alargar el tiempo juntos sin asumirlo del todo guardándonos un poco pero mirándonos fijo y sonriendo porque nos conocemos y nos leemos y sabemos y es lindo. Por ahí retroceder el tiempo solo para repetir ese par de besos tiernos que vos me das cuando yo -tontamente- busco los agresivos. Muchos por ahí. Por ahí no tener que irnos.

Irnos al fin, físicamente pero no en espíritu porque seguimos ahí en esa vereda con esa birrita que estuvo desde el primer beso que nos dimos hace ya mucho tiempo y en ese mismo lugar, es probable que también por eso nos guste tanto.

Juguetear con las manos, compartir el silencio, verte dormitar exhausta por la noche anterior en la que no dormimos, como en una película en blanco y negro donde solo falta el lento en inglés y la cocina de tu casa donde bailamos pegados y cantamos y cocinamos juntos.

Terminar bien un sábado de noche, tener esperanza para el domingo de siesta que nos puede encontrar veraces sintiendo lo que sentimos en el fondo, viviendo lo que queremos en el fondo, estar felices y ansiosos de esperar que llegue y repetir este círculo vicioso, repetir lo que somos, porque dejamos de ser cuando nos vamos.

Acompañarte en silencio y con cierta tristeza esas cuadras a tu casa que quisiera que sean más largas, agarrarte la mano fuerte con ganas de no soltarte, de no dejarte encontrar tus llaves.

Llegar al fin, querer darte tanto y no saber el orden -abrazo y beso o beso y abrazo, todo junto?- vacilar, desear que me digas "que hora es?" dándome a entender que podemos demorarnos un cigarro más. Pero hoy no, hoy está todo más que bien, hoy fue un día largo y hay que descansar. Buscar entonces hacer contacto con tu oreja izquierda para besarte mejor -siempre fue la derecha pero te pusiste otro piercing y te duele-. Darte un beso que quisiera durase más, pensar "quedate", abrazarte, dejarte ir y verte la espalda implacable que no se volverá y escuchar las llaves mientras entrás.

Decirte que te quiero y que vos me lo digas de la misma y otras formas, con otras palabras tal vez, como con un "avisame cuando llegás".

Mirarnos fijo y acordarnos de aquella charla donde soñamos lo lindo que sería rajar a vivir juntos para no tener despedidas.

jueves, 21 de junio de 2018

Cosas locas

Se me ocurren cosas locas.

Por ejemplo, llegar juntos a nuestra casa a medianoche, después de un día agotador, pero al llegar renovar fuerzas y tener tiempo para nosotros y olvidarnos del mundo. Llegar juntos a nuestra casa y no tener que despedirnos en esa esquina donde vos vas a la tuya y yo regreso a la mía. Aunque nos separen menos de veinte cuadras, llegar juntos a nuestra casa.

Se me ocurren cosas locas. Que vengas a visitarme y quedarte conmigo todo el fin de semana. Que me cantes todas esas canciones que te gustan mientras yo, tontamente y ebrio, intento acompañarte de la manera más digna con la guitarra y esa púa que me regalaste.

Que veamos series y películas juntos. Que leamos el compilado de cuentos ese de Cortázar que compramos para ello, juntos, alguna vez. Que juguemos a las cartas y que con ellas hagamos trucos de magia. Cenar y tomar helado para seguir luego con un par de vinos. Que me hables de la vida, la luna y los extraterrestres. Que me abraces por detrás por algunas fotos que te regalé y yo no pueda girar para besarte.

Y tirar un colchón al suelo, abrazarnos. Y matarnos a besos mientras se van la luna y la noche. Matarnos. Y seguir, sin tiempo, al despertarnos. O, tal vez, viajar lejos de la ciudad a acampar bajo un cielo estrellado a orillas de un lago.

Cosas locas se me ocurren. Visitarte yo y darte mil y un besos en la cocina mientras cocinamos juntos, tarde en la noche, y tu familia duerme. Tomar whisky con un par de cubos de hielo, que me cuentes del mar, de nadar, y ese libro que estás terminando. Hacerte una grulla con alguna frasesita que intente pintar, mínimamente, aquello que siento siempre y a veces no te digo. Tomar un té bien amargo que me hacés probar por primera vez, al igual que esas exóticas comidas orientales que solo vos conocés.

Entre las cosas locas que se me ocurren está el vernos todos los días entre semana, cuando salís del trabajo y yo te busco. Olvidarnos de nuestras responsabilidades para no desperdiciar el tiempo, que es lo que hacemos el resto del tiempo cuando no estamos juntos. Olvidarnos de los escrúpulos. Y tomar ese helado que tanto nos gusta, en un shopping, hasta que los análisis digan que tenemos diabetes pero de tantos besos y tantas risas.

Se me ocurren cosas. Dejar que se nos haga tarde a la noche, ir juntos a esperar el bus, encender un par de cigarrillos, besarnos entre estelas de alquitrán.

Que avises en tu casa que llegás tarde. Y que dejemos pasar todos los buses, hasta quedarnos sin ninguno.

Se me ocurren cosas locas.

Besarte mucho, dije?

lunes, 11 de junio de 2018

Te deseo aquí

Hoy te eché mucho de menos
Y no es por meterte presión
O cargarte más ese vaso que desborda
Pero a veces me es inevitable contarte qué siento.

Me gustaría poder ser ese cable a tierra
Ese apoyo en el que puedas cargar
Todas esas cosas que me contás
Y que así te puedas sentir mejor
Mucho más alivianada.

Hoy te eché de menos
Te pensé mucho y me odié un poco
Por no disfrutar mejor
La noche en que estuviste acá
Me odié por ese abrazo y ese beso que no te di.

Si pudiera volver el tiempo atrás
Y aunque parezca egoísta
Por no preguntarte qué quisieras
Seguro leería a Cortázar con vos.

Abriría otro vino
Te preguntaría más sobre la luna
Te abrazaría, te daría un beso más
Y cantaríamos juntos un tema de  Pink Floyd.

Así, egoísta...
Te deseo aquí.

viernes, 30 de marzo de 2018

Con las manos en la cabeza

Tuve que salir, con las manos en la cabeza.

Sí, me entregué, al fin.

Me hice cargo de un crimen que no cometí y del que solo fui cómplice.

Me entregué porque así lo quise, porque había que hacerlo, y porque me acorralaron.

Me entregué porque hay coartada, porque tengo una, y porque sé que vuelvo y nos escapamos juntos. No hace falta que te entregues también. Con uno basta. Con uno sobra. O por ahí vos ya te habías entregado antes y yo no lo pude percibir.

Me entregué y depuse las armas. Porque confío, porque sino no es entrega. Me llevan y tengo que declarar, el crimen que no cometí y del que solo fui el cómplice.

Cuál es la coartada? La que ya sabés, la que te digo siempre: me perdí en tu sonrisa, se me nubló la vista, perdí la consciencia, y me dejé llevar. Y fui cómplice.

Estuve. Eso no lo niego.

La sonrisa de quién? Me preguntarán. O no, pero debo saber responder. Y no es difícil, aunque pocos te conozcan como ahora lo hago yo. Seguramente digo sin dudar: La sonrisa de Christie, la "reina del crimen". Y podrá parecer una novela, donde estamos solos los dos... Y no quedó ninguno.

Pero sí, te quedaste. Y solo lo sé yo, y dónde exactamente. Y cuando me liberen del juicio, por el crimen del que solo fui el cómplice, voy a volver, a buscarte. Para fugarnos, a un país bien al sur.

No hay testigos, por ahora. Así que quedo libre, sin más. Solo fui cómplice, de tu sonrisa. Y vuelvo, y nos vamos.

Entonces, cuál es el crimen? Aún no lo descifro, aún es difícil saberlo. Diría que me mataste. Pero no, estoy acá entregándome, relatando un crimen que todavía bien no conozco.

Aunque hay algo que hacés siempre, que roza lo criminal. Cuando por fin encuentro seriedad: me mirás profundo y te mordés los labios. Por ese crimen deberían darte la "perpetua". Pero no voy a entregarte. Me faltarías. Y, además, yo soy el cómplice.

Aunque hay algo que me puede y también roza lo criminal.

A mí me da vida matarte un poco en un beso.

Y vos en ese beso que me da vida, decís que te morís un poco. Pero al morir un poco, como también decís, te acercás al cielo. Y me mirás, y sonreís, mientras me decís tramposamente: "Y mi cielo, bueno, mi cielo sos vos". Y otra vez, te merecés la "perpetua". Porque te creo.

Lo que no sabés es que me das vida en un beso, pero cuando siento perderte y que vos te morís un poco para llegar al cielo, me llevás con vos y morimos juntos, y ya no hay cielo que necesitemos.

Terrible crimen. Pero en tu defensa, no sos la única responsable de crímenes.

Terrible efecto dominó.

Reconozco que puedo mentirte. Que puedo pedirte "cinco minutos más" en un hostal, y que vos confiás, o no. Pero que yo sé que te estoy mintiendo, y que si de mí dependiera, podrían ser horas. Días?. Días.

Reconozco que puedo mentirte. Que me visto y me voy, cuando quisiera quedarme más. También te miento.

Pero me entrego. Con las manos en la cabeza.

Porque solo soy tu cómplice.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Tu mirada

Qué sentí en ese momento? Donde cruzamos miradas e hicimos silencio un par de minutos? Cada día me acuerdo mejor... Tanto, que no necesitaría escribirlo, ya sé que no me voy a olvidar. Pero ese par de minutos empezó muchas horas antes.

Era sábado, de tarde, en un lugar donde nadie más estaría, y nadie más estaba... Me acuerdo por ejemplo que hacía el intento, pero no podía concentrarme. Me perdía en tu mirada, en tu sonrisa, en el silencio dentro mío mientras vos hablabas.

Hablabas pero no entendía nada, no escuchaba nada, nada más existía alrededor. Pensaba que estaba en un lugar donde nadie más estaría, con vos, y eso era todo lo que necesitaba saber.

Hablabas, y que difícil era maquillar la derrota cuando parabas para preguntarme en qué pensaba. Yo no pensaba en nada realmente, y eso te decía, y no me creías. En realidad en ese momento en que parabas, caía en la cuenta de que empezaba a caminar el laberinto pensando en vos, en esa mirada y en esa sonrisa, pero a los pocos pasos me perdía... En esa mirada y en esa sonrisa. Cuando te decía que no pensaba en nada, era un poco cierto. Estaba cerca de la entrada al laberinto pero muy perdido intentando prestar atención, intentando disimular esa derrota. O victoria tal vez? Porque vos ganaste. Y yo que quería empatarte.

Me reía para no sonrojarme y te decía que no pensaba en nada, que me colgué por alguna boludés y vos bien hacías en no creerme pero continuabas hablando. Que difícil me resulta concentrarme en lo que me decís cuando me hablás. Que difícil no meterme de nuevo en ese laberinto y perderme. Y con esa sonrisa, esa boquita... Te confieso que hacés trampa, y no es justo. Y no me colgaba por una boludés como te decía, pero siempre es difícil reconocer una derrota. Me colgaba pensando en vos, en nosotros. Que estábamos en un lugar donde nadie más estaría, y nadie más estaba.

Seguramente hablamos de todo, como siempre, y se hizo de noche. Porqué te quedabas? Sospechaba que por el mismo motivo que yo, pero seguramente no quería asumirlo, podría ser demasiado lindo como para ser cierto. Así me engañaba. Debe ser el reptiliano, el instinto de supervivencia, o un mecanismo de defensa, para no dar un paso más que me haga imposible retroceder y volver a la entrada del laberinto, para volver a salir, por la entrada.

La noche avanzaba, y nosotros seguíamos. Porqué nos quedábamos? Y la noche avanzaba con propuestas. Compartir el silencio por ejemplo. Y fue difícil, para no decir casi imposible. Fue incómodo, no podía mirarte, y vos no podías mirarme, pero cuando cruzábamos miradas un par de segundos, se producía el chispazo que resonaba como un trueno en mi consciencia. Y no queríamos reconocerlo.

La noche avanzaba, seguíamos en un lugar donde nadie más estaba. Porqué? El sospechar la respuesta nos robaba una sonrisa. Y la noche redoblaba su apuesta. Compartir el silencio, y además, clavar mirada un par de minutos. Qué par de minutos! Lo sentí como una eternidad, pero sabía que tenía fin y hubiera dado todo por detener el tiempo en ese momento, en esa mirada. Sentí el éter que nos conectaba, que nos unió más, y nos dio esa complicidad de la que nadie podría sospechar siquiera.

Y hubo que volver, pero seguimos juntos. Hasta hoy. Ahora también hay que ir, y seguimos, y todavía sigo perdiendo en esa sonrisa, en esos labios. Y ahora también sonrío, y reconozco la derrota en esa boquita, en esa sonrisa.

Siempre en un lugar donde nadie más estaría. Pero nosotros estábamos.

Estamos.

Y hoy podría ser el día internacional de la poesía. Y con el aire fresco, y su bocanada, lo mínimo que podía hacer era recordarme de tu mirada.

sábado, 17 de marzo de 2018

Fue la luna y fuiste vos

Ese día no había luna.

Y estaba seguro de que no iba a haber luna, como por esas cosas de las que hablan los aficionados a la astronomía de los ciclos de la luna y cosas parecidas que todos deberíamos saber y a poca gente nos interesa.

No estaba nublado, el cielo estaba muy despejado, con algunas estrellas.

Y no había luna!

Yo no tenía idea de que le ibas a poner tanto a empeño a descifrar los misterios de los astros... Vos sabés como enamorar. Quién más, como vos, busca diferenciar una luna nueva de un eclipse de sol? Siempre sacás ventaja, siempre hacés la diferencia.

Quién más detiene el tiempo con un vino? Con la ribera de un río? Con esas palabras y esa sonrisa. Con los diecisiete grados que se sienten a menos de quince. Con ese viento de madrugada sin gente, que me bardea un poco despeinándote los rulos. Con ese abrazo que quisiera pero no te doy.

Madrugada sin gente. Y sin luna.

Pero el universo siempre está jugando a los dados, riéndose de todos los mortales... Poniendo detrás mío y frente tuyo, como por arte de magia, la luna nueva más grande y amarilla que nunca vi. Y nadie más vio. Solo vos y yo. Y estoy seguro de que nadie más nunca la verá.

El universo siempre está poniéndome una luna enorme cuando estoy con vos. O serás vos quien la pone?

Porque no había luna.

Y al final apareció una. No me van a vender el cuento de que la luna tiene horario de salida! Lo hiciste a propósito. Para confundirme más y tener que encender otro cigarrillo.

Confundirme más... El beso va ahora? No. Enseguida? Creo que no. Después? Puede ser.

Yo quería acompañarte, estaba decidido. Era el día. Me lo cantó la luna.

No es fácil despedirse de vos solo con un abrazo. Solo con una incertidumbre. Solo sabiendo lo que uno siente y no lo que sentís vos. Porque sos dura, porque nadie tiene que descifrarte.

Pero vos estabas, y la luna también.

Y... A veces la luna engaña, y vos también. Y... A veces ese beso cantado no es tan así. A veces ese "sí" con vos se transforma en un "no". Y no en un "no" cualquiera, en el "no" peor de todos. En ese "no" que mata un poco, que borra la luna y toda la magia de una noche.

Estaba cantado! Que pasó? Fue la luna, y fuiste vos.

Será mañana? No. Pasado? Creo que no. Después? Podría ser.

Y eso fue lo peor de aquél "no". Que tu sonrisa me seguía diciendo que "sí".

viernes, 23 de febrero de 2018

De repente

De repente entendí porqué las señoras si ven a alguno flaco insinúan que está enamorado, pero, sobre todo, de repente entendí porqué cuando uno se enamora deja de comer. La comida pasa a un segundo plano. Y tiene sentido, la comida era para vivir, pero hay otras formas de vivir sin comer. Enamorándose por ejemplo.

Es que no hay tiempo para comer. Probablemente no piense en vos mientras como. Es muy probable que te olvide en esos minutos, y hoy no quiero olvidarte. Hoy dejaría tantas cosas, sin más, pero no de pensarte. Quiero pensarte tantas veces como tantas veces repito esa música que rompe la distancia y te acerca un poco. Un poco mucho.

De repente también entendí porqué uno tarda en levantarse. Y claro, uno quiere seguir manoteando sueños a ver si en alguno aparecés. Por suerte ninguno maneja cuestiones relacionadas con los sueños, porque sino ninguno se levantaría.

Y, en definitiva, también de repente entendí porqué uno dejaría de hacer tantas cosas tan importantes, uno dejaría de lado muchos deberes. Porque como mencionaba anteriormente, hay otras formas de vivir. Hay formas y formas. Y otras formas mejores.

Pero probablemente también de repente podría pensar que estoy equivocado. Que eso que me parece que de repente comprendí no era tan así y es solo privilegio de algunos. Yo ya no sé si creerme.

Ah, y creo que tristemente no hay forma de vivir sin comer. El amor solo no va. Ahora que pienso, sería bueno comer con ella.

Mientras tanto, pienso en ella, pero creo que voy a olvidarla unos minutos. Porque es tarde, llevo largo rato sin comer, me cago de hambre, tengo que cenar, y tengo que dormir.

jueves, 15 de febrero de 2018

Cuando la resaca pasa

Cuando la resaca pasa, sonrío como un idiota con el café de la mañana.

Sonrío porque hago memoria de la noche que pasó, y me cae la ficha del par de idioteces que me mandé.

El sol sube, el café baja, y me siento raro porque no te extaño como hace un par de horas. Ahora por ejemplo pienso en cosas más banales, como en cómo volver a casa.

Sonrío porque no me arrepiento de ese par de idioteces. Tengo al vino por buen amigo porque cataliza aquello que ya pensamos, aquello que ya sentimos, aquello que ya somos. Ese soy yo, fui yo, con el par de idioteces y todo.

Sonrío porque me pongo a pensar en qué hubiera pasado si tomaba un trago de vino menos. No me hubiera acordado de vos, no te hubiera hablado, y hoy no tendría que cargar con el muerto. Que, te confieso, en el fondo quiero cargarlo.

Cuando la resaca pasa, no me apuro. Y sonrío. Tengo todo el tiempo para pensarte, o para no pensarte, y sonrío porque prefiero lo primero. Yo nunca te cerré las puertas, vos bien sabés. Entonces no me arrepiento, ese vino estuvo bien, las idioteces no son tales dentro de todo... En eso reflexiono cuando la resaca pasa, jugármela por vos no puede ser tomada como idiotez.

Pero no te niego que sonrío, me precipité con la noche, lo reconozco, probablemente no hubiera cambiado mucho si decidía no hablarte. Si me preguntás porqué la confusión nace con la primer copa de vino, me matarías, no sabría responderte. Funciona así, supongo.

El día, sencillamente, está exactamente igual que ayer. El cielo despejado, el viento, los mismos ruidos en la calle... Que cambió? Volvimos a hablar. Sonrío. Porque si no hubiera sido así, seguramente iba a estar exactamente igual que ayer, sin más, sin menos. Y no llego a un acuerdo con el que está dentro mío dirigiendo mis acciones, si me quedaría con lo uno o con lo otro.

Cuando la resaca pasa, deja una oportunidad. De seguir la conversación. De hacerla bien desde cero. Sonrío porque nos la jugamos. Porque estamos, porque somos.

Una de cal, veinte de arena

Quién me llama a enamorarme de ella?
Qué me empuja a prestar atención a lo que dice?
A las gastadas de los demás para con ella?

Sin embargo, no me voy, sigo acá, cantando juntos la misma canción, pensando en personas diferentes.

Diferentes no sé, yo pienso en ella, disimulo que hay alguien más, pero al parecer ella sí realmente piensa en un tercero.

Porqué lo toma con tanta naturalidad? Estando al lado, compartiendo el cenicero, ella no sabe lo que pienso, lo que escribo, no sabe que este cigarrillo se consume con ella, para ella.

Sonriendo a la hoja de papel que se llena, a la cerveza que se vacía, al humo que se consume, a la madrugada que se acaba, al día que comienza. Todo eso pasa, en un segundo, en el que llenamos el cenicero, sonreímos, yo de nervios, vos de enamorada. De quién? Tu mirada me lo sugiere pero tus labios me confunden.

Y la noche acaba, hay que irse, el bar cierra. Hace tiempo quiero irme, pero ahora me quedaría más. Me quedaría a por un mano a mano con vos, me quedaría a seguir descubriéndonos. Me quedaría para que seas la vos que tanto me gusta. La que se aparta del resto del mundo, la que sobresale, la que está muy por encima de superficialidades.

Yo todavía no comprendo en qué te transformás. Cuando tengo las cuentas claras, llegás y me mezclás las cartas, pateás el tablero. Y el ajedrez comienza de nuevo, cuando tal vez me convenga pedirte tablas... Por no aceptar la derrota.

La noche se acaba, el cigarrillo también, el cenicero se llena, los vasos ya vacíos, nos echan de este bar.

Y ya lo sé, me iré sin conocerte, sin reconocerte, la noche prometía, pero siempre una de cal y veinte de arena.

domingo, 28 de enero de 2018

Sonreíme

Que felicidad cuando tengo cosas que hacer. Y así puedo dejar de pensarte. Y puedo darnos tregua. Y puedo distanciarnos. Felicidad sería lograrlo.

Lo que no sabés es que eso es parte importante de mis quehaceres, pensarte. Y si bien soy un desastre organizándome en todo lo demás, no sé cómo hago para llegar siempre puntual a esa cita con vos, con vos a lo lejos.

Que mierda cuando entre cosas que me distraen, cuando por fin no pienso en nada, aparecés de repente llamando a la puerta, y yo que no quiero abrirte, pero vos pasás igual. Que mierda que no venís sola, venís con alguien más y metés cagazo.

Yo no sé que mierda estarás haciendo, pero qué cagazo pensar que podrías estar con alguien más, o pensando en alguien más... Que alguien más te de felicidad, así, sí; egoísta y todo.

Y eso me detiene con los ojos abiertos un par de segundos, y el siguiente par me acelera, para luego intentar seguir con lo mío y dejarte ir. Porqué no te atajo? Porqué no te hablo y te blanqueo todo? No sé. Supongo que no tiene sentido, supongo que no sé si es relevante para vos.

Me darías alguna señal, pienso. Pero por ahí me la das y yo de gil no me doy cuenta. Pero por ahí no me la das, y estamos enroscados en este jueguito de máscaras que no sé a dónde nos lleva, pero quiero creer que a un lugar que ninguno de los dos quiere, porque nos lleva a la nada.

Podríamos dejar de engañarnos y de hacernos los duros, alguno deberá tirar la primera piedra.

Yo no quiero volver a sentir ese cagazo de no tenerte y que el tiempo pasa muy rápido. Ese cagazo de poder abrazarte, besarte, y dejar, sin más, que alguien más pudiera hacerlo.

Sonreíme, y con la mirada decime que sí. Dejá a mi cargo lo demás. Yo estoy. Vos estás?

viernes, 26 de enero de 2018

A la primera.!

Gastón estaba hablando con su mejor amigo, Leonardo.

Leonardo ya un poco cansado de solo asentir para no bajonear a Gastón, empieza a hacerlo reflexionar sobre sus ideas.

- Gastón, vos no te querés enamorar! Mucho hablar del amor, siempre, y todo, pero la posta es que vos no te querés enamorar. No la querés pelear, ni batallar. Siempre tenés excusas.

Gastón con media sonrisa acepta la hipótesis de su amigo, mientras se imagina como responderla.

- Mirá que loco lo que me hacés pensar! Sabés que puede ser che. Es decir, me doy cuenta que me boicoteo. Cuando tengo que ponerla, como que encuentro algún pero que me haga zafar del compromiso. Pero creeme una cosa Leo, sí quiero estar con alguien y tener una relación estable. Me pasa que busco demasiado, y entonces en el momento de avanzar encuentro algo que no me cierra del todo y me abro.

- Pero chabón! No vas a encontrar la mujer perfecta, eso buscás? Mucha suerte amigo...

- Dale! Supongo que perfecta no, pero sí alguna que me guste mucho en toda su forma de ser.

- Y te das el tiempo con alguna para conocerla bien como para decidir si te gusta en toda su forma de ser o no? Das chance o te cerrás de entrada sin más?

- Cómo me la complicás, Leo...

- Y sí boludo! Porque es así, acá el que se complica solo sos vos

- Te pusiste duro, eh. A ver, decime, y vos que onda? Cómo elegís?

- Yo no elijo mucho, para serte sincero, la realidad es que yo: espero. Pienso que esas cosas lo eligen a uno. El amor elige a uno, llega solito. Solo tenés que estar paradito ahí, como boludo, abierto a la posibilidad.

- Mirá que fácil... Estás peor que yo, Leo. Casi que pudiera pensar que sos un cagón

- Y bueno che, pero yo no me complico

- Bueno, entonces acá el que no se quiere enamorar, el que no la pelea, sos vos. Yo estoy dispuesto a pelearla hasta cierto punto. Pero como te dije anteriormente, no sé si tuve mala suerte o qué, pero ppr el camino termino encontrando algo que no me cierra del todo y me abro.

- Encontrás algo que no te cierra, porque sí? O sin darte cuenta vos hacés que algo termine no cerrándote de la otra persona? Fijate quién es el cagón... Lo hacés a propósito, para no enamorarte, es eso, estás cagado. Tenés miedo de enamorarte. No buscás una buena mina posta, buscás alguna que ya sabés que no te va a cerrar, así te tirás del tren por el camino... Y así pasás el tiempo, te divertís, pero a un nuevo compromiso miedo le tenés

- No sé, Leo, es mucho más complejo todavía... Yo no sé si soy un buen chabón, sospecho que muchos no hay, así como creo que muchas buenas minas no hay. Es eso nada más, yo estoy buscando, pero difícil encontrarla, no pasa de un día al otro.

- En eso concuerdo con vos

- Gracias! Por fin

- Y sí boludo, pero date la oportunidad de conocer bien a alguien, no te cierres a la primera.

- Ok! Perfecto, te doy mi palabra en eso.

- Genial! Pero tené en cuenta que el amor, como todo en la vida, es un viaje nomás... Es intentar pasar el tiempo de la mejor manera, porque de ésta vivo no salimos

- Bue, pero mejor pasarla con alguien

- Sí, seguro, pero entendé que es un ciclo... Podés enamorarte de alguien, desenamorarte, volverte a enamorar de otra persona! Y eso está bien, es un ciclo, es lo más natural, dejá que fluya.

- Me encanta eso, voy a dejar que fluya! Mejor no resistirse al ciclo. Siempre es bueno hablar con vos, Leo. Che que hora es? Tengo que irme me parece, y mañana tomamos otro café y la seguimos...

- Andá tranquilo, y mañana otro café, pero a dónde vas?

- Jaja... A ver a una mina que estoy conociendo, hace muy poco. Estoy re enamorado boludo después te cuento jajaja

- Ese es el problema con vos! Te enganchás a la primera... Bueno, disfrutalo.

- Esa es la idea jaja gracias maestro!.

martes, 9 de enero de 2018

Supongo que no...!

Ojalá sea lo último que te escriba, lo último que me inspires... Lo primero puede ser, de lo segundo no estoy muy seguro.

No sé qué hago memorizando palabras para cuando se de ese encuentro entre vos y yo, y me preguntes qué me pasó todo este tiempo, en qué andaba... Pero intento memorizarlas en serio! No quiero olvidarme de ninguna palabra cuando se de la ocasión, que en el fondo sé que ya no se va a dar. Tal vez las repito para relajarme y olvidarlas. Sí, debe ser eso.

Por fin siento que te vas! O por fin lo acepto, no sé. Puede ser que ya no te veo a lo lejos y entonces lo acepto. Ya puedo pasar a otra cosa, ya puedo entregarme a cosas más superficiales, mundanas, vicios... Dejar de escribir... Repetir el ciclo con alguien más.

No me da bronca la no despedida, creo. Así como creo que debió haberse dado mucho antes. No hacía falta prolongar la agonía. Por fin la paz, la tregua, la guerra fría.

Siempre respetamos aquél tácito acuerdo de no cruzarnos, de no hablar... O de hablar en silencio. Siempre uno de los dos cruzó la vereda cuando nos veíamos a lo lejos. Supongo que estuvo bien, empecé a hacerlo así, a quererlo así, y vos bien me seguiste.

Me seguiste? Siempre estuviste un paso adelante, o dos, o tres... En silencio. Yo hacía mucho ruido quizá, o era un poco más picante y evidente, un poco más tosco, quizá, pensé que lo hacía bien. Te envidio la frialdad, lo reconozco, lo sabés.

Siempre estuviste un paso adelante... Ya no te veo a lo lejos, ni me ves, pero igual seguís caminando más rápido que yo.

Cuál es la necesidad? Supongo que no te quiero alcanzar. Supongo que no, si es que no te frenás.